El viernes 7 de noviembre de 2025 un poderoso tornado en Río Bonito do Iguaçu (Paraná, Brasil) causó devastación en esta pequeña ciudad de unos 14.000 habitantes. El fenómeno registró vientos de hasta 250 km/h, equivalentes a un tornado de categoría F3 en la escala Fujita. El saldo oficial fue de 6 personas fallecidas (incluyendo una adolescente) y más de 750 heridos. La tromba arrancó techos y árboles, volteó vehículos y provocó el colapso de viviendas enteras. Según la Defensa Civil de Paraná, el 90% del territorio urbano de Río Bonito do Iguaçu quedó afectado.
El Servicio Meteorológico de Paraná (Simepar) confirmó que el tornado fue clasificado preliminarmente como F2 (vientos de 180 a 250 km/h). Sin embargo, hubo indicios de que en algunas zonas los vientos pudieron superar los 250 km/h, lo que correspondería a una fuerza F3. Se produjo al avanzar un frente frío intenso acompañado de lluvias y granizo. Este tipo de tornados es extremadamente raro en el sur de Brasil. Los expertos destacan que la combinación de aire cálido tropical con un ciclón extratropical favoreció la formación de la supercélula que generó el tornado.
Al menos 6 muertos (5 en Río Bonito do Iguaçu y 1 en la zona rural de Guarapuava) y más de 750 heridos. Hay también personas desaparecidas entre los escombros. Decenas de viviendas quedaron destruidas. Se informa que cerca del 80–90% de las casas en la ciudad fueron dañadas o derribadas. Por ejemplo, un supermercado y varios edificios colapsaron, atrapando a personas bajo los escombros.
El tornado derribó más de 250 postes de electricidad y tres torres de alta tensión. Calles enteras quedaron llenas de escombros: fragmentos de techos, vehículos volcados y restos de construcciones. En resumen, las imágenes aéreas mostraban un paisaje comparable al de una zona de guerra.
Las autoridades brasileñas reaccionaron de inmediato:
Bomberos, la Defensa Civil de Paraná y hasta el Ejército brasileño se desplegaron para las tareas de búsqueda y rescate. Brigadas de rescatistas revisaron ruinas durante días en busca de sobrevivientes.
El gobernador Ratinho Júnior declaró estado de emergencia y tres días de duelo oficial. El presidente Lula envió al gabinete de ministros y equipos de la Defensa Civil nacional para coordinar la ayuda. En las redes sociales, las autoridades prometieron “plan de ayuda humanitaria” con envío de equipos, insumos y apoyo a la reconstrucción.
Se habilitaron refugios temporales en gimnasios y escuelas cercanas (por ejemplo en Laranjeiras do Sul, a 20 km) para alojar a las familias damnificadas. El gobierno estatal formó un grupo de trabajo para coordinar la reconstrucción de viviendas. También se suspendió la aplicación del examen nacional ENEM programado para la zona, dada la emergencia.
Recuperación de la región
La zona afectada inició un proceso de recuperación lenta pero constante. Se distribuyeron alimentos, frazadas, medicamentos y otros insumos básicos a los damnificados. Las autoridades habilitaron centros de acopio y coordinaron voluntarios para limpiar escombros.
El gobierno de Paraná destinó recursos para reparar viviendas y escuelas. Se anunció apoyo financiero a las familias más afectadas. Además de los refugios temporales, se inició un relevamiento de viviendas para planificar su reconstrucción.
Líderes locales y estatales recorrieron el área entregando paquetes de ayuda y evaluando los daños. La solidaridad entre vecinos fue clave: comunidades unidas compartieron recursos mientras continuaban las labores oficiales.
Impacto en comunidades vulnerables
Las poblaciones más aisladas y de bajos recursos sufrieron un golpe especialmente severo. Comunidades agrícolas y pequeños asentamientos cercanos reportaron que hasta un 80% de sus viviendas quedó dañada o destruida. Al estar más dispersas, enfrentan dificultades adicionales para recibir ayuda inmediata.
El corte de luz y comunicaciones aisló por completo a amplias zonas rurales. Esto complicó la evacuación y la llegada de servicios de emergencia. Muchas de estas personas ya eran vulnerables por su ubicación remota y limitado acceso a servicios básicos.
La pérdida de cultivos y ganado en algunas fincas pequeñas también amenaza los medios de subsistencia de familias rurales. Organizaciones locales evalúan planes de ayuda a largo plazo para agricultores y comunidades indígenas afectadas.

