Impactos del huracán Melisa en el oriente de Cuba: daños humanos, sociales y en el sistema energético

La madrugada del 29 de octubre de 2025, el huracán Melisa (denominación oficial “Melissa”) azotó con fuerza el oriente de Cuba como huracán categoría 3, tras dejar devastación en Jamaica y Haití. El fenómeno meteorológico provocó fuertes vientos (más de 200 km/h) e intensas lluvias, con registros récord superiores a 370 mm en varias localidades de Granma. En preparación a su paso, las autoridades evacuaron cerca de 735.000 personas en las provincias orientales. Comunidades de Santiago de Cuba, Granma, Camagüey, Las Tunas, Guantánamo y Holguín fueron las más afectadas. Calles enteras quedaron convertidas en ríos, decenas de casas bajo el agua y 241 comunidades aisladas en las primeras horas tras el huracán. Las autoridades locales hablan de “daños cuantiosos”: viviendas destechadas o colapsadas, árboles y postes de electricidad derribados, así como centros de salud y escuelas afectados.

Afectaciones en viviendas y servicios básicos

La tormenta descargó torrentes de agua, arrastrando puentes y anegando barrios bajos. Vecinos de localidades como Cayo Granma (Granma) y El Cristo (Holguín) relataron inundaciones repentinas y techos arrancados por el viento. En Santiago de Cuba se reportaron derrumbes parciales y totales de casas, junto a daños en hospitales y escuelas. Autoridades rescataron personas en centros de evacuación; por ejemplo, brigadas salvaguardaron a 56 residentes de Los Haticos (Granma) tras la crecida del río Cauto. La cuenca del Cauto permaneció en riesgo crítico hasta 72 horas después de las lluvias, por lo que la Defensa Civil insistió en no retornar prematuramente a las viviendas. Mientras tanto, se organizan planes de contingencia humanitaria: en Montecristi, Las Tunas, se habilitaron escuelas para albergar a cientos de evacuados, y el Estado Mayor Nacional prepara refugios ante la posible llegada de miles de personas desde zonas inundadas. En todos los casos, las comisiones locales garantizan alimentación, atención médica y recursos básicos para las familias damnificadas, aunque muchas todavía enfrentan la pérdida de propiedades y enseres tras el paso del huracán.

Infraestructura energética y comunicaciones

El golpe del huracán dejó a vastas zonas del oriente sin electricidad ni telefonía móvil. Vientos huracanados y árboles derribados cortaron líneas de transmisión, provocando apagones generalizados. Etecsa informó que Guantánamo y partes de Santiago, Granma y Holguín quedaron sin servicio telefónico ni Internet debido a la falta de energía. Para restaurar los suministros, se movilizaron brigadas desde todo el país: un contingente de 55 linieros de Matanzas partió rumbo a Bayamo (Granma) con camiones y equipos especiales, seguido por otro grupo de 74 trabajadores de Cienfuegos. En comunicaciones, una brigada de Etecsa de Camagüey viajó al oriente para instalar torres y antenas, y técnicos de la Isla de la Juventud se aprestan a instalar estaciones base 3G/4G donde más se requiera.

Comunidades vulnerables y solidaridad local

Las comunidades rurales y de bajos recursos sufrieron un impacto particularmente duro. En zonas campesinas, la pérdida de cultivos (malanga, plátano, café) y la falta de transporte aislaron familias completas hasta que bajaron las aguas. La respuesta comunitaria, sin embargo, ha sido inmediata. Líderes vecinales organizan comedores colectivos en escuelas y casas particulares, mientras grupos de jóvenes recorren barrio por barrio limpiando escombros. Organizaciones sociales convocaron donaciones de alimentos no perecederos, ropa, utensilios de limpieza y medicinas: la UNEAC habilitó un punto de acopio en La Habana para recoger aportes destinados a Oriente; la UPEC (periodistas) y los CDR llaman a donar víveres y útiles para los damnificados. Cada aportación es calificada como un “nuevo comienzo” para familias que lo han perdido todo. Además, se inició una campaña nacional de donación de sangre, pues las autoridades insisten en que cada gota puede salvar vidas en situaciones de emergencia. En medio de la tragedia, el pueblo cubano demuestra su capacidad de solidaridad: comparten su techo, alimentos y trabajo, especialmente con los más frágiles (niños, ancianos y enfermos) de las zonas afectadas.

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